El Cuerpo que Aprende - O por qué la Inteligencia Artificial nunca será como nosotros
- h.d.mabuse
- 11 de abr.
- 3 min de leitura

En una reciente participación en un podcast, el cineasta James Cameron, conocido por películas como Avatar y Titanic, compartió sus reflexiones sobre las diferencias esenciales entre la inteligencia artificial y la humana.
Cameron compara el cerebro humano con una "computadora biológica" de 1.5 kg. Las metáforas tecnológicas para representar el cuerpo no son nuevas. Pero mientras que la IA depende de grandes cantidades de datos, nosotros aprendemos de la experiencia, lo que hace que nuestro proceso sea incluso más eficiente. Para el director, los sistemas actuales de IA todavía no pueden replicar verdaderamente los procesos cognitivos humanos.
Cameron, quien además de director tiene formación en física y un profundo interés por la tecnología, destacó que mientras la inteligencia humana surge de una compleja interacción entre biología, experiencia y conciencia, los sistemas de IA operan mediante procesamiento estadístico de datos.
Lo que llamamos inteligencia artificial hoy es esencialmente un sofisticado sistema estadístico de reconocimiento de patrones, explicó. El director llamó la atención sobre varios aspectos clave para entender las diferencias entre la IA y el aprendizaje humano:
La capacidad humana de entender contexto y significado profundo
El papel de las emociones y la experiencia subjetiva en el proceso cognitivo
La habilidad de razonar con información incompleta
La creatividad verdadera, que va más allá de recombinar datos existentes
El aprendizaje humano: cuerpo y mundo en diálogo
El aprendizaje humano es una danza entre carne y mundo. Cuando un niño aprende a caminar y cae en sus primeros pasos, su cuerpo no solo registra el error, se transforma. Los músculos se ajustan, el equilibrio se recalibra, los sentidos se agudizan. Este conocimiento no ocurre dentro de una racionalidad analítica, sino que se inscribe en la propia materia del ser. Es lo que Spinoza señalaba cuando escribió que "la mente es la idea del cuerpo": no somos espectros pensantes, sino cuerpos que sufren, desean y, al sufrir y desear, comprenden.
La Inteligencia Artificial, por más sofisticada que sea, sigue siendo ajena a esta danza esencial. El "loro estocástico" de los modelos generativos repite combinaciones de palabras cada vez más elaboradas, pero como un autómata, sin haber sentido jamás el sabor del café que describe o el peso de la ansiedad que menciona.
La revolución corporal del aprendizaje
Como recordaba Deleuze, todo aprendizaje verdadero es una revolución corporal. El capoeirista que gira en la roda no está aplicando un algoritmo: está negociando, en cada instante, con la gravedad, con el cansancio, con la historia que sus músculos carregam, en combinación con la resistencia del suelo y la fuerza de la gravedad. Su inteligencia emerge de este diálogo tácito entre cuerpo y mundo.
Mientras tanto, los sistemas de IA más avanzados siguen atrapados en el reino platónico de las formas puras: procesan datos, pero no sudan, no tiemblan, no jadean de cansancio después de horas de práctica.
La gran ilusión de la Inteligencia Artificial General
El gran engaño de la Inteligencia Artificial General es creer que puede replicar nuestra cognición sin replicar nuestra carne. Como un fantasma de cuento de terror que cree entender la vida por haber leído todos los libros sobre la respiración.
La verdadera generalidad de la inteligencia humana no está en su abstracción, sino precisamente en su enraizamiento corpóreo: en cómo un matemático piensa con los dedos que garabatean en el papel, cómo un cocinero sabe por el aroma que escapa a las medidas exactas, cómo un diseñador percibe la construcción en diálogo con la ciudad y otros cuerpos.
¿El futuro de la IA? Cuerpos vulnerables
El proyecto de la Inteligencia Artificial General, en su objetivo de emular la mente humana, no debería crear mentes más poderosas, sino cuerpos más vulnerables. Máquinas que puedan romperse y, al romperse, aprender. Que conozcan el hambre como límite y el tacto como lenguaje.
Pero como toda la investigación se concentra en estadísticas predictivas, por más sofisticadas que sean, en el mejor de los casos reflejarán nuestro lenguaje, pero fracasarán en compartir nuestro peso en el mundo.
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